La de hoy va a ser corta, pero
es una de las entradas que me gusta escribir en el blog ya que condensan en
poco espacio algo curioso que ha ocurrido durante la historia y que creo que es
importante compartir. No pasa de ser una anécdota, como veréis a continuación,
pero una anécdota curiosa y graciosa.
En esta ocasión vamos a viajar
a la Unión Soviética que empezaba su “Gran Guerra Patriótica”, concretamente a
1941. Mientras millones de soviéticos defendían su tierra de la invasión nazi
la paranoia estalinista, que ya había descabezado por completo al Ejército
Rojo, se había contagiado a gran parte del estado y en todos lados se buscaba
con ahínco espías entre los habitantes de la URSS.
Pero uno de los sospechosos de
espionaje era alguien especial, o al menos eso contaba el periódico soviético Trud en 1982; siendo esta la principal
fuente de la que mama esta historia y de la cual se hizo eco el periódico El País aquí en España. Al parecer todo ocurrió
en la región de Daguestán, territorio soviético, ahora ruso, que se encuentra
en el Cáucaso, junto a Georgia y en la frontera con Turquía. Su situación geográfica,
cercana a la frontera y muy desértica, y política, había sido territorio blanco
durante la Guerra Civil Rusa y había habido movimientos separatistas, la hacían
blanco del contraespionaje soviético. Y quizá en ese exceso de celo de la
seguridad por parte de Moscú se encontraría la explicación a este fenómeno.
Imagen del Daguestán |
En otoño de 1941, por tanto,
en la región del Daguestán el contraespionaje soviético detuvo a un extraño ser
que parecía ser el mítico Abominable Hombre de las Nieves. Los soldados,
sorprendidos por su hallazgo, hicieron que el Teniente Coronel Karapetian, médico
militar, examinará al detenido y les ofreciera un veredicto. Su opinión como médico,
que nos ha llegado gracias al informe que redactó, es la siguiente: "Sin
duda era un hombre, porque todas las partes de su cuerpo eran humanas, pero el
pecho, la espalda y los hombros estaban cubiertos por un intenso pelo de color
castaño. Era muy grande, con hombros anchos y grandes músculos".
Sin embargo, en su opinión
profesional, el ser recién encontrado, pese a ser humano, no podía ser un espía
ni estar dedicado al sabotaje ya que su mirada era inexpresiva y tenía gestos
más semejantes a un animal que a una persona. A ello hay que sumarle que
durante todo su cautiverio, de alrededor de dos semanas, ni comió ni bebió,
sudando además en exceso. Tanto es así que finalmente fue puesto en libertad,
al no ser considerado un espía, algo que remarca el Teniente Coronel Karapetian
en su informe: “No sé qué ser vivo cayó en nuestras manos. Lo dejamos en
libertad y el hombre salvaje regresó a las montañas".
Por supuesto, esta historia,
pese a ser real y estar documentada, no nos permite afirmar que a quien los soviéticos
detuvieron fue al Yeti. Es más, hasta hay otras versiones que narran que
finalmente el pobre detenido acabó siendo fusilado, aunque Karapetian no haga
referencia a ello. En realidad, historias de gente extraña que había estado
viviendo apartada de la sociedad en Rusia han existido siempre, incluso se
encontró, en 1978, a una familia, los Likov, que había sobrevivido casi 40 años
sin tener contacto con la sociedad, soportando incluso inviernos con
temperaturas de -50ºC.
Además, la historia del Yeti
no era algo ajeno a la sociedad soviética, siempre interesada en cuestiones
extrañas y mitología, incluso durante la década de los cincuenta la Academia de
Ciencias hizo una investigación al respecto. Por tanto podemos considerar que
simplemente fue un hombre salvaje a quien encontraron los policías soviéticos
en Daguestán. O en realidad fue el Yeti y lo dejaron escapar. Quién sabe.
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