miércoles, 4 de marzo de 2015

Duelo en la cumbre - Un general imparable


Hoy voy a inaugurar una nueva manera de hacer las cosas. Soy un enamorado de la historia, militar sobre todo, y hay una pareja de generales a los que admiro y que creo que ha llegado el momento de honrarlos. Por supuesto, grandes militares en la historia hay muchos, desde Alejandro Magno hasta Napoleón, pasando por Julio Cesar o Carlomagno; pero si hay algo que diferencia a estos generales de la pareja de la que vamos a hablar es que frente a ellos jamás hubo a alguien que les igualara. En este caso sí que los hay. Hablo, como no, de Aníbal Barca y de Escipión el Africano; los grandes protagonistas de la Segunda Guerra Púnica. Vamos a hablar de este duelo en una trilogía de entradas, que llamaremos "Duelo en la cumbre".

La Segunda Guerra Púnica es un enfrentamiento armado que enfrentó a la República de Roma y la República de Cartago, las dos grandes potencias del Mediterráneo Occidental en el S. III a.C., por la supremacía en dicho mar. Empezó en el 218 a.C. y finalizó en el 201 a.C. y fue el segundo y más cruento de estos enfrentamientos (habría un tercero medio siglo después que significó el final de Cartago) y no solo incluyó a las dos potencias, sino que todas las poblaciones del Mediterráneo Occidental e incluso parte del mundo griego, como Macedonia que combatió junto a Cartago, se vieron implicados.

La Segunda Guerra Púnica


Antes de nada hay que presentar a las dos naciones enfrentadas. Eso sí, hay que entender que en aquellos momentos ni Roma ni Cartago formaban un estado unificado semejante a los que se verían posteriormente. Simplemente eran dos ciudades estado que controlaban una zona de influencia, dentro de ellas había ciudades que les guardaban lealtad ya fuera por conquista, interés, semejanza cultural o porque eran colonias. Curiosamente sus semejanzas, a nivel de gobierno, eran más que sus diferencias y ambas eran regidas por un Senado de hombres importantes que elegían a dos representantes para que ejercieran el poder por un periodo de tiempo: los Cónsules en Roma y los Sufetes en Cartago.

Por tanto, a nivel territorial Roma controlaba un territorio semejante al de la actual República Italiana, obviando sus posesiones en los Alpes y añadiéndole Córcega. Frente a ella la República de Cartago controlaba toda la zona costera del Magreb, desde las costas de la actual Libia hasta Marruecos, a ello había que sumar las posesiones que tenía en Hispania, sobretodo en la costa mediterránea y las Islas Baleares. Eso sí, dentro de estas posesiones estaban los reinos de Númida y Mauritania, que servían lealtad a Cartago de manera nominal pero que ni mucho menos eran posesiones propias.  También hay que destacar que las posesiones hispanas tampoco eran posesiones claramente cartaginesas, ya que pertenencian a la poderosa familia Barca, que las había colonizado durante las décadas anteriores. De esta familia saldría Aníbal.


En el 218 a.C. Aníbal, que lamentaba la anterior derrota cartaginesa en la Primera Guerra Púnica y que había prometido a su padre, muerto frente a los Iberos en Hispania, combatir a los romanos decidió atacar Saguntum, la actual Sagunto, ciudad aliada de Roma. Esta provocación hizo que la ciudad itálica decidiera declarar la guerra a los cartagineses; empezando la Segunda Guerra Púnica. A partir de entonces y antes de que a los romanos les diera tiempo a reaccionar Aníbal Barca marchó hacia el norte, evadió a los ejércitos que se mandaron en su búsqueda, cruzó el sur de la Galia y se presento en el norte de Italia tras cruzar los Alpes. No contento con ello lo hizo con elefantes y sumando además contingentes de mercenarios galos e iberos a su causa.


La Guerra en Italia


Ya con el enemigo a las puertas Roma reaccionó y envió a la Galia Cisalpina (actual norte de Italia) a sus ejércitos para detener al cartaginés. Roma funcionaba entonces levantando ejércitos anuales, con dos legiones reclutadas entre sus ciudadanos para cada uno de los cónsules. Es decir, cada cónsul tenía dos legiones que usaba para lograr sus objetivos sin tener en cuenta a su colega. Esto sería un problema durante esta guerra y esta primera campaña lo demostraría. La primera de las batallas llegaría en el año 218 a.C. cuando en una escaramuza de caballería el cónsul Publio Cornelio Escipión (padre y tocayo de nuestro protagonista) fue derrotado por Aníbal en la Batalla de Tesino. Roma tras esta derrota vio a Aníbal como un problema serio y mando a las legiones al mando del otro cónsul, Tiberio Sempronio Longo, que estaban en Sicilia, al norte para expulsar a los púnicos. En esta batalla se vería el primer problema del método romano de mando, y es que mientras el cónsul Escipión no deseaba entrar en combate porque consideraba que las condiciones no eran las mejores su colega, el cónsul Sempronio, lo deseaba con toda su alma para lograr una victoria que le diera gloria. Aníbal aprovecho esta división y derrotó a los romanos en la Batalla de Trebia, haciendo que los galos que aun vivían en la Galia Cisalpina se unieran a él.

Con todo el norte de Italia en su poder Aníbal decidió lanzarse hacia el sur para lograr acercarse a Roma. Los romanos, pese a todo, siguieron sin ver un problema grave y aunque reclutaron nuevos ejércitos no consideraron importante elegir un dictador (magistrado que si que podía dirigir cuatro legiones y unificar el ejercito bajo su mando) y de nuevo volvieron a dividirse. Por tanto los dos nuevos cónsules recibieron solo dos legiones y además recibieron tareas diferentes. Cneo Servilio Gemino fue enviado a la Galia Cisalpina para castigar a las tribus que se habían pasado a Aníbal mientras que Cayo Flaminio Nepote fue enviado a detener al cartaginés.  Flaminio localizó a Aníbal cerca de los Apeninos, en una zona boscosa, y lo siguió de manera descuidada, lo que le llevó a caer en una emboscada. Los cartagineses lograron atrapar a su ejército en el Lago Trasimeno y lo que siguió fue una masacre; 15.000 romanos, incluyendo Flaminio, fueron muertos y otros 10.000 cayeron prisioneros.

Aníbal ya había derrotado a tres ejércitos consulares y había aprovechado los despojos del último ejercito para rearmar a sus hombres. Roma estaba en un momento de debilidad extrema, sin ejércitos y con el cartaginés a sus puertas. Solo entonces decidieron unificar sus fuerzas y elegir un dictador en la figura de Quinto Fabio Máximo, este veterano senador cambio la manera de enfrentarse a Aníbal y logro cierto respiro para los romanos, rehuyendo los combates directos y forzando al cartaginés a una guerra de desgaste donde tenía todas las que perder.

Pero esta política no podía durar. Muchos romanos consideraban la política de tierra quemada y de guerra de guerrillas de Fabio poco más que un ejemplo de cobardía; por tanto al finalizar su dictadura Roma eligió de nuevo dos cónsules para enfrentarse, en campo abierto, al ejercito cartaginés. El honor recayó sobre Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, yerno de Escipión, nuestro protagonista; para lograr el objetivo de derrotar a Aníbal se reclutaron el doble de legiones que un año normal. Estas ocho legiones eran el mayor ejercito nunca reclutado por Roma y sumaba alrededor de 90.000 unidades, un numero más de dos veces mayor que el cartaginés, que contaba con alrededor de 40.000 hombres.

En aquellos momentos Aníbal estaba al sur de Roma, cerca del Adriático, en la fortaleza recién conquistada de Cannas. En aquel momento llevaba 2 años en suelo itálico y gracias a esta conquista había logrado reabastecerse y acabar con los problemas de suministros que había sufrido por la política de tierra quemada romana. Los nuevos cónsules decidieron, entonces, acabar de una vez por todas con el cartaginés y enfrentarse a él en Cannas. Se preparaba el enfrentamiento definitivo en suelo itálico entre las dos grandes potencias, y en él estarían nuestros dos protagonistas. Aníbal Barca al mando de los cartagineses, Publio Cornelio Escipión como oficial de su suegro en las legiones romanas. Pero eso será otra historia.

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