domingo, 18 de enero de 2015

De la pancarta al fusil



En un momento en que la problemática ultra nos rodea en el fútbol español creo que es un buen momento para realizar un ejercicio de histórico para ver como en el pasado organizaciones que se encontraban en las gradas de los estadios acabaron convirtiéndose en cuerpos militares listos para ser usados por el poder. ¿Qué no sabéis de que hablo? Hablo de Yugoslavia y su final.

El caso de Yugoslavia 


Hace pocos meses vimos imágenes de enfrentamientos entre aficionados cuando se enfrentaban la selección de Albania y Serbia debido a diferencias políticas y conflictos que existieron, y siguen existiendo, entre ambos países. Se nos habló de nuevo del polvorín de los Balcanes y de los problemas políticos y étnicos que se siguen viviendo en la zona. Y es que los Balcanes son, para mí, como una representación pequeña de lo que fue la colonización y la descolonización de África: las potencias europeas hicieron y deshicieron a su antojo y cuando se fueron (o las echaron) dejaron unas fronteras sobre el papel que no eran reales.

Y es que en el reducido espacio de los Balcanes convivían, y lo siguen haciendo, diversas culturas, religiones y etnias. Sobre una base dálmata han ido superponiéndose romanos, griegos, eslavos, otomanos, austriacos… Ello hace que encontremos por ejemplo tres religiones: cristianos, católicos y ortodoxos, y musulmanes, tres idiomas: serbocroata (que ahora recibe diferentes nombres según el país, aunque es el mismo idioma, lo que lleva a absurdeces como películas en serbio subtituladas en croata pero donde lo hablado y lo escrito coinciden porque es la misma lengua), esloveno y macedonio e incluso diferentes alfabetos como el latino o el cirílico. Y claro, englobar todo esto dentro de un mismo  país tiene sus problemas.

El Mariscal Tito
Pero recapitulemos. Lo que durante gran parte del S. XX fue llamado Yugoslavia formó parte hasta mediados del S. XIX del Imperio Austrohúngaro y del Imperio Otomano. A partir de entonces pequeños países fueron liberándose del yugo otomano y uno de ellos fue el Reino de Serbia, que deseaba unir bajo su manto a todos los eslavos del sur, gran parte de los cuales seguía bajo control austrohúngaro. Estos problemas fueron los causantes de la Primera Guerra Mundial y a su finalización las regiones que Serbia reclamaba le fueron entregadas fundándose el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos en 1918. Este país se convertiría en 1929 en el Reino de Yugoslavia y en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, en la República Federativa Socialista de Yugoslavia.

Yugoslavia, bajo el mandato del Mariscal Tito (vencedor de los nazis y liberador del país) se organizó como una federación formada por seis repúblicas: Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia. Curiosamente, pese a ser un país comunista, se mantuvo neutral durante la Guerra Fría e incluso creo un nuevo comunismo, separado del soviético, llamado Comunismo Autogestionario donde existía la economía de mercado y la propiedad privada en ciertos sectores económicos incluso con cierto éxito. El problema es que el bienestar económico no podía cubrir los problemas internos que tenía el país, derivados sobre todo por los nacionalismos y las diferencias que existían en su interior.


Fútbol y nacionalismo


Estos problemas acabarían por destrozar al país en la década de los 90 del S. XX, pero en los 80 ya empezaron a aparecer y el primero de los lugares donde lo hicieron fue en el fútbol. Yugoslavia, potencia futbolística, tenía por aquel entonces una liga de primera división llamada Prva Liga (literalmente “Primera División”). En ella competían los grandes equipos de cada una de las repúblicas que la componían y durante ese tiempo empezó a mostrarse en las gradas ese nacionalismo beligerante que acabaría por estallar militarmente unos años más tarde.

El odio entre republicas se mostraba en el futbol patrio, como ya hemos dicho, y cada una de ellas tenia uno, o dos, equipos icónicos, rivales entre si normalmente, pero enfrentados realmente a los equipos de las otras repúblicas. Este odio enconado se podía ver, sobretodo, entre equipos de Serbia y Croacia, las dos grandes nacionalidades existentes en Yugoslavia. Del lado croata los dos grandes equipos eran el Dinamo de Zagreb y el Hajduk Split, frente a ellos el Partizan y el Estrella Roja cuidaban del orgullo serbio. La tercera en discordia era Bosnia, con el FK Sarajevo y el FK Željezničar como grandes exponentes. ¿Y Eslovenia, Macedonia y Montenegro? Pues a nivel futbolístico vivían a la sombra de sus vecinos y jamás destacaron en exceso.


Entrando en el tema principal del articulo cada uno de los equipos anteriormente mencionados tenía un grupo ultra que les acompañaba allá donde iban enarbolando banderas y siendo un instrumento más del nacionalismo, independentista en el lado croata y bosnio, y unionista en el lado serbio. Y es que Serbia era la gran defensora de Yugoslavia porque era quien controlaba el país. Algunos de estos grupos eran los Horde Zla, nacionalistas bosnios del FK Sarajevo, los nacionalistas croatas de la Torcida Split, aficionados del Hajduk, y los Bad Blue Boys, del Dinamo, que se odiaban entre sí pero más odiaban a Serbia. Frente a ellos los Delije del Estrella Roja y los Grobarri (literalmente “Enterradores”) del Partizan, cuyo odio común solo era superado por su odio a Croacia.

La Batalla de Zagreb


A estos niveles nada nuevo. La violencia y los hooligans son algo intrínseco que no sorprende a nadie. Pero lo que ocurrió en Zagreb el 13 de Mayo de 1990 sí que es algo diferente. En aquellos momentos en Yugoslavia se acaban de celebrar unas elecciones regionales, las primeras del régimen comunista, y habían visto la victoria de partidos nacionalistas en todas y cada una de las repúblicas. Croacia no era una excepción y Franjo Tudjman, presidente del Dinamo de Zagreb, ha sido elegido como el nuevo líder y la independencia parece ser un hecho. Y esto es algo que los ultras del Estrella Roja no pueden soportar. Es por ello que aquel Dinamo de Zagreb-Estrella Roja se convertirá en una batalla campal.

Aquel dia se reunirán en Zagreb, sin que las autoridades yugoslavas hagan nada por impedirlo, más de tres mil Delije, ultras del Estrella Roja, dispuestos a destrozar la ciudad entre gritos de “¡Zagreb es Serbia!”. Frente a ellos los Bad Blue Boys dispuestos a impedirlo. Y claro, el partido no llego ni a empezar. Y es que con todos ya dentro del estado y a punto de pitarse el inicio los Delije consiguen salir del sector de la grada reservado para ellos y lo emprenden a golpes con los croatas que les rodean mientras la policía hace poco o nada por impedirlo. Los jugadores del Estrella Roja abandonan, asustados, el campo, no así los del Dinamo que incluso se acercan a la policía para pedirles que paren a los ultras serbios. El más activo en ello será Zvonimir Boban, al que sus compañeros se llevarán a rastras para evitar males mayores.

Finalmente la policía intervendrá cuando los ultras serbios salten al campo, pero ya será tarde y todo el estadio se ha convertido en un campo de batalla. Serbios, croatas y policías se enzarzan en una lucha que hace presagiar lo que ocurrirá en el país en los años siguientes. Finalmente la policía logrará controlar la situación pero el combate aun dejará una imagen para el recuerdo. Un aficionado croata cae al suelo y un policía se abalanza contra él y lo golpea con la porra, justo en ese momento Boban, de nuevo, aparece y golpea con una patada al policía permitiendo a los croatas rescatar al aficionado. ¿El resultado de todo? Más de cien heridos, y algo peor, el aviso de que Yugoslavia está cerca de saltar por los aires.

Boban golpea a un policía serbio


Destrucción


Al año siguiente el país se resquebrajará, una a una las repúblicas irán abandonando a Serbia y se convertirán en independientes. Eso sí, exceptuando Eslovenia que prácticamente lo hizo sin disparar un solo tiro y en diez días, el resto deberán luchar contra Serbia para lograrlo. Las llamadas Guerras Yugoslavas destrozarán la región y mostraran el lado más cruento del ser humano, con genocidios, ejecuciones y violaciones de los derechos humanos con consecuencias que a día de hoy se siguen arrastrando.

Arkan, y su tigre
Lo más curioso de todo es que gran parte de los mismos que abarrotaban las gradas de los estados yugoslavos y que protagonizaron la batalla campal antes narrada cambiarían las pancartas por los fusiles y combatirían en la guerra. No solo eso, sino que se destacarían por su crueldad, como por ejemplos los llamados “Tigres de Arkan”, miembros del Delije que dirigidos por su líder, Zelijko Raznatovic (juzgado por crímenes de guerra), que cometieron barbaridades como la masacre de Bijelijna, ciudad bosnia donde asesinaron a más de cien civiles bosnios. Pero no solo ocurrió con serbios, también ultras croatas y bosnios combatieron con el fusil como antes lo habían hecho con las pancartas.

Y es que separar el fútbol de la política es difícil. Pero es algo que debe hacerse. Y es que la violencia puede pasar de las gradas a la calle, y de ahí a las trincheras, si no se hace nada por remediarlo. Yugoslavia y su futbol es un ejemplo de ello.



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